Klaus parecía más una víctima
de tortura que otra cosa. Un gran arnés metálico sostenía su cara en gesto
macabro, los ganchos del arnés le cortaban parte de la nariz y del hoyuelo del
mentón y un gancho transversal a ese le cortaba parte de los cachetes; tenía
una sombra profunda alrededor de sus ojos negros, pero lo que le resulto más
desagradable a la reina cabeza magnética fue una especie de aparato
odontológico que por medio de unos ganchos mantenía la boca del príncipe Klaus
abierta mostrando sus encías y su cínica sonrisa.
Klaus usaba una túnica rosa
amarrada en la cintura, una minifalda y unos tacones que olían a aguacate, y tenía
unas larguísimas y esbeltas piernas. Klaus también era conocido entre la crema
por que hablaba citando a Diógenes de Sínope.
Te he mandado a llamar –susurró
la reina cabeza magnética– artista y/o ermitaño, porque quiero que me
construyas un jardín en el que pueda pasear mi cortina, después de todo, “la
diosa se reconoce por su paso”(1).
Es usted una persona muy
agradable, y con un gusto refinado –dijo Klaus–. Aun así, “el elogio en boca
propia desagrada a cualquiera” –dijo Klaus citando a Diógenes–.
Klaus se fijó en la reina que
estaba sentada sobre una lagartija de color mareado, y que engullía huevos que
sacaba de un jarrón hecho con el cráneo de un mono.
Comenzó a llover. Era una
lluvia magnética y/o...
¡¡¡QUÉEEE!!!! ¡¡¡NO!!! ESO
NO FUE LO QUE PASÓ.
Me
perdí en mis pensamientos otra vez, otra habitación con margaritas, otra con
dondiegos, petunias…
«meow»
…
¿Qué?
El gato maulló, se despertó el gato. Estaba sentado
en sus patas traseras y me miraba como si esperara algo. El piso de los
corredores era de baldosas de cuadros negros y aguamarina. Otra bifurcación,
esta en forma de T. Esta vez tomé el camino de la izquierda ¿y/o la derecha?
Mierda debí tomar el camino de
la derecha ¿y/o izquierda? Estaba perdido y ahora una bifurcación de tres
caminos. Tomó el de la mitad.
«Meeeeeeeeooooooooooow»
…..
El gato otra vez. Está completamente
estirado en el suelo, y con las patas delanteras empuja una maraña de hilos. Un
hilo se escabulle mientras el gato sigue jugando con ella.
La flor de loto, lirios en la
siguiente, amapolas y la flor de narciso…
Los narcisos me hicieron recordar un verso que mi
abuelo me cantaba.
El abogado conejo
en el funesto jardín
Quería escapar de
los tigres, usar su comodín.
Levantó su levita,
su traje y su camisón
Le echó agua
bendita a un cuchillo bribón.
Los tigres acechan ya
no hay solución.
Fresó su ombligo
sin más cavilación.
Caló media pata en
su interior
Desvirgó su panza
entrando con horror.
Y el abogado conejo en sí desapareció.
Cuando ya no había un
gato sino muchos gatos decidí parar…
Olía a tomates y a esos
químicos que se utilizan para disimular los verdaderos olores de hospitales. Entré
en una habitación que tenía un ramo con la flor del cardo. Finalmente y/o
inicialmente la conocí en su habitación de hospital entre los gatos, la maraña,
el piso de baldosas, el olor a tomate y a hospital, el ramo, la luz de las
cinco o seis de la tarde, y un televisor que estaba sujeto al techo donde se
veía un programa trastornado por la lluvia.
-¡¡¡La lluvia
magnética!!!-
Klaus tronó los dedos. El agua
salió disparada en todas las direcciones liberando a la cerdo de su extraña
prisión.
El artista y/o ermitaño procedió a introducir las uñas de
los dedos índice y pulgar de su mano izquierda en su ombligo, y con estos dos
dedos hizo una apertura lo suficientemente grande como para meter su mano
derecha. Hurgó dentro de su propio cuerpo revolviendo intestinos y sangre. Su brazo
ya se había introducido hasta el codo cuando empezó a sacarlo de su cuerpo. Lo saca
por completo y además había saca una flor metálica un tanto oxidada.
– Voilà! Una más –dijo–,
mientras cerraba el agujero de su estómago.
– Con esta vamos cuatrocientas y contando –dijo la cerdo con
los ojos.
– Concéntrate en lo que estamos haciendo –tarareo Klaus–,
esto no es un juego, el secreto de crear un jardín perfecto consiste en la
atención que se le ponga al detalle, ¿bueno?, ¿me entiendes? Así tardemos 12
años, los detalles son los que realmente producen una belleza majestuosa, ¿me
entiendes?
– Sí, sí, es como cuando…. –comenzó
a decir la cerdo con los ojos cuando Klaus la interrumpió-
– “Callando es como se
aprende a oír; oyendo es como se aprende a hablar; y luego, hablando se aprende
a callar” –dijo Klaus, citando a Diógenes–. ¿Sabes? Sembrar es un arte y sobre
todo este tipo de jardines que cuelgan de cabeza, si no tienes cuidado sus
raíces se enredan y se convierten en una maraña. ¿Sabes que es lo que más me
gusta de las plantas?, que a la larga son autosuficientes… ¿Qué estoy diciendo?
Mira lo que me haces decir, es autosuficiente. Imagínate que todos los seres
nos esfumáramos del planeta y quedaran nuestras ciudades y máquinas, ¿Sabes a
lo que me refiero? Las plantas crecerían en un palimpsesto espacial junto con
las ciudades y las cosas, y devorararían el mundo cubriéndolo completamente con
la enredadera, esa que llaman hierba de los mendigos.
..– C´est évident! –concordó la cerdo con los ojos.
En este momento nosotros somos como ratas recorriendo un laberinto –dijo
Klaus– recorriendo este jardín que
parece un laberinto.
El proceso de
discriminación, el azar y la aleatoriedad de los encuentros y desencuentros
componen una metáfora de las relaciones personales, de la vida, del ¿qué
hubiera pasado si…? cada vez que refutamos nuestras decisiones, o el ¿qué
pasaría si…? cuando estamos al borde de una bifurcación, tambaleándonos a punto
de caer, y cada decisión afecta el camino sin permitir una vía de regreso
El
problema es que no estás en un laberinto, estas en una maraña y/o una telaraña.
¡No! Realmente estás en un tejido que conforma un laberinto transpuesto sobre
un ser, que puede ser mi ser. ¿Por qué no, si yo puedo ser? ¿Quieres ver que
también puedo ser, serpiente, serio, sereno, seroja, serrijón, seroso, serótino, servidor, servilleta, serpezuela… ser el ser, que busca perderse en las múltiples
bifurcaciones que son los múltiples egos desfragmentados que componen al ser?
Cada fragmento contiene
gestos potenciales que proponen interpretaciones sobre las relaciones
interpersonales, socioculturales, cartográficas, que, además, tienen la
potencia de calarse en la sensación del otro de una forma tan profunda como la
de los amantes. La reproducción de las interpretaciones de las imágenes de los
mundos entrópicos son hilos muy finos que se suspenden templados y que corren
constantemente el riesgo de reventarse, alterando sus contextos de maneras
trascendentales. Es este entonces el estado de peligro del trabajo, es un
ejercicio de intuición que hay que pulir, para que aunque el hilo se reviente,
un camino en el laberinto se pueda encontrar.
¡Mierda! Otra
vez estoy mareado. Me dejé llevar por el sonido de la estática del televisor y
ahora estoy un poco desorientado…Me siento sobre la cama.
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