En Radamantia el
rampante deberá detenerse. Es tradición que los viajeros alimenten a la cerdo
para que esta los bendiga curtiendo una de las infinitas pieles de su cuerpo
Al abandonar Radamantia
el rampante deberá prepararse para la más violenta parte de la escalada del Labyros,
puesto que aparte de cazar su comida y mantenerse en equilibrio deberá
enfrentar a las arpías que viven más allá del primer sol, pero si el
rampante logra salir ileso se le
permitirá el llegar al nudo principal, el nudo que sostiene toda la estructura
del Labyros. Allí, parado en la cima del Labyros, podrá bailar. Su precisión
será perfecta y nada más lo atará al suelo. Entonces podrá preguntarse: ¿Qué
nos ha pasado? ¿Por qué se nos ha podrido el alma? Y jalando la telaraña que
mantiene unido el Labyros deshacer el nudo y caer al vacío.
La
caída tiene un potencial narrativo muy fuerte. Es precisamente por su
contundencia que nos proporciona la oportunidad de utilizarla creativamente de
muchísimas formas. La caída puede no llevarse a cabo nunca, pero puede generar
una sensación de angustia. La caída es un estado tan contundente que puede
leerse como un final.
La
caída es una invitación, a reconstruir la historia, es la oportunidad de
iniciar nuevamente o de quedarse suspendido, es un estado de enajenación, es un
estado de redención, en el que dependiendo del tipo de caída genera diferentes
sensaciones y reacciones.
Y mientras cae verá
cómo la lluvia se congracia consigo y su labor verá cómo el sol se expande a
llamaradas y se contrae con un gorgoreo palpitante y su cuerpo se volverá
ceniza y se esparcirá por los aires y por la lluvia y no habrá libación que
perturbe, ni desasosiego ni bueno ni malo, ni aquí ni allá.
Y la ceniza
bañada en las gotas caerá en los campos de kiwis y de cada gota nacerá un rampante vacío,
inocuo, un nuevo ser para habitar el mundo, y entonces cada ceniza, cada parte
del rampante decidirá su destino de ahora en adelante, decidirá si beber del
Mnemosine para recuperar sus cantos y continuar con su vida o del Leteo para
comenzar a escribir su propio canto de yubarta hasta que sienta de nuevo el
llamado al peregrinaje.
“La Muerte – la Muerte
de la que te hablo – no es la que seguirá tu caída, sino aquella que precede tu
aparición sobre el alambre. Es antes de subir a él que mueres. Aquel que baila,
estará muerto – doblegado ante todas las bellezas y capaz de todas. Cuando tú aparezcas,
una palidez – no, yo no hablo de miedo, sino de su contrario: de una audacia invencible
– una palidez te cubrirá. A pesar de tu maquillaje y de tus lentejuelas,
estarás descolorido, tu alma lívida. Es entonces cuando tu precisión será
perfecta. Como ya nada más te atará al suelo podrás bailar sin caer. Pero
asegúrate de morir antes de aparecer, y que sea un muerto quien baile sobre el
alambre.” (7)
Nos
acariciamos por un largo rato, en un momento de la noche nos fundimos. Éramos
unos siameses, que compartían las piernas y la cadera y nuestros troncos
estaban divididos. Entonces me di cuenta, Disnarda nos veía desde la puerta
sentada en una mecedora engullendo huevos de un tazón.
Quedamos
tan sombríamente perturbados que tuvimos que irnos a dormir.
…
Al cabo de 8 meses y
luego de haberme enamorado profundamente de Greta, dejé de estar muerto. Greta
se sorprendió mucho. Aunque no me lo dijo estoy seguro de que se llevó una
decepción, seguramente esperaba que yo me quedara muerto para siempre y que no
pronunciaría una palabra nunca más, para poder contarme sus aventuras y
cuidarme. Lo vi en sus ojos, y vi la lágrima que se asomaba tímidamente de sus
ojos sin pupila. Entonces yo también lloré un poco.
Viví con Greta otro mes
y medio. Nos hicimos grandes amigos. Yo le conté mi vida mis sueños, mis
emociones, mis temores. Greta me enseñó a encantar, me presento el mar, a su
hermana. Una noche Greta estaba acostada sobre mi pecho en la cabañita, el
momento era empalagosamente cursi, las estrellas, los halos del claro de luna
colándose sutilmente por la ventana e iluminando nuestros cuerpos. Greta fumaba
un cigarrillo y frotaba sus pies contra los míos debajo de la sábana; yo le recité
un verso que me cantaba mi abuelo:
La cerdo, deambula sensualmente
Arrastrando un cadáver diabólicamente
Blandió por su cuerpo su hermoso
abanico,
Exhibió un cuchillo, con un truco mágico
Rasgo un poco al cadáver, penetro su
corazón
Invadida de ira huye de la tensión
Nadie sombrío seduce al cabrío
También lo apuñala sin pretensión
Obsceno origen de la mutación
“NO, ESO NO FUE
LO QUE PASÓ”
La cerdo, deambula sensualmente
Acarreando un carnero diabólicamente
Blandió por su cuerpo su hermoso
abanico,
Exhibió su apéndice, con un truco mágico
Reventó unos hilos, penetro su corazón
Invadida de hambre huye de la tensión
Nadie sombrío seduce al cabrío
También lo
apuñala sin pretensión
Obstinación
Será
ahora mejor mantener la tensión
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